Es una zona muy bonita, con L'Isère encajado en el fondo de la garganta. El tramo expuesto es bastante largo, unos 1300m hasta el final de la garganta.
Allí, por fin podemos soltarnos de la mano y continuar, en ligero descenso, hacia el valle que se abre ante nosotros.
El paisaje cambia radicalmente. No será la última vez. Al terminar la garganta sustituimos las paredes rocosas en forma de V y la angostura por un ancho valle en forma de U. Al fondo podemos ver todo el cordal fronterizo que une Italia y Francia. Más cerca y a la izquierda aparece el Refuge du Prariond.
El camino continua por la orilla derecha del Isère, cruzando un torrente por un estrecho puente de tablas. Aguas arriba de este torrente podemos ver la estética cascada que lo alimenta.
El paraje es ciertamente agradable. Algunas marmotas nos observan de lejos mientras nos vamos acercando al refugio. Unos metros antes de llegar pasamos junto a una zona vallada. Están intentando recuperar parte de la flora autóctona manteniéndola aislada de los animales. Sobre todo de los de dos piernas.
Reponemos fuerzas junto al refuge du Prarion (2.312m) con alguna barrita de cereales mientras leemos los carteles informativos de la flora y fauna del lugar. Nos advierten, entre otras cosas, de que nuestro sitio está en el sendero, no persiguiendo a los animales con la cámara en la mano. Y de que tienen sólo cuatro meses para alimentarse y sobrevivir a un invierno nevado que, a esta altura, dura 8 meses.
Seguimos, por fuerte pendiente, en dirección norte. Al ganar altura las vistas hacia la Grande (3.482m) y Petite (3.432m) Aiguille Rousse y el Glacier des Sources de l'Isère va mejorando paso a paso. En este glaciar, como su propio nombre indica, nace el río que da nombre a todo el valle.
Algunas marmotas parecen estar bastante acostumbradas a la presencia de personas. Mantienen una actitud vigilante, pero no una distancia excesiva. Esto permite que, desde el mismo camino (o casi) podamos sacar unos primero planos bastante decentes.
Un poco antes del Roche del Loses la pendiente se suaviza mucho y aparecen unos enormes mojones. Pese a la explotación de las losas de este lugar para construir las cubiertas de las casas, todavía ha sobrado materia prima.
En esta zona llana todavía queda algún resto de nieve. Como no puede ser de otra manera la aprovechamos para darnos unos bolazos en condiciones. ¡Faltaría más...!
Subimos un poco y llegamos al Roche del Loses (2.750m). Aquí tenemos una bifurcación. Podemos ir hacia la izquierda al Col de la Galise (2.987m) o a la derecha al Col de la Lose (2.957m). La verdad es que, sobre el mapa, los dos tienen buena pinta. Dudamos. Vemos que el Col de la Lose tiene una mesa de orientación. Además es el paso natural a Italia, así que nos decidimos por él.
Seguimos subiendo por un sendero bien marcado, aunque debemos atravesar algún nevero poco inclinado, hasta llegar a un lago medio helado.
Miramos hacia el collado y no vemos muy claro por dónde sigue el camino, en esta zona cubierto de nieve. Nos decidimos por unas huellas que se van hacia la izquierda. Las huellas están cada vez menos marcadas, la nieve cada vez más dura y el nevero cada vez más inclinado. Bien, la cosa promete. El nevero acaba en el lago, pero calculo que, en caso de resbalón, nos dará tiempo de parar antes de mojarnos los pies. Mejor no comprobarlo, pero como es poco trozo y la caída es en blando seguimos cruzando. Llegamos al otro lado y nos reencontramos con el camino. Es algo aéreo, pero está bien marcado y progresamos rápido hasta llegar al Col de la Lose, 2.957m.
Mientras la familia repone energías me acerco, en dirección sur, a un pico de nombre desconocido. El GPS me dice que mide 3.019m. Las vistas son casi las mismas que desde el collado, excepto, claro está, hacia el sur. En esa dirección veo, como no, las dos Aiguilles Rousses y unos cuantos lagos.
Tras las fotos vuelvo al collado para acabar el reportaje, con especial dedicación al Gran Paradiso (4.061m).
A este pico tuve el placer de ascender con mi compañero de blog allá por el lejano 2006. Unas fotillos para el recuerdo.
Con el calentón que me he dado para subir y bajar del pico no tengo ni hambre. Además hace frío, sobre todo por la altura, casi 3.000m y el vientecillo típico de collado. Así que nos dejamos retratar por un simpático francés y bajamos hacia el lago helado.
Esta vez evitamos el paso del nevero inclinado abandonando antes el sendero y bajando en diagonal. Pasamos junto al lago por lo que hubiera sido la zona de frenada en caso de caída a la subida y, una vez sobre terreno seco, nos paramos a echar el bocata.
El peque aguanta bien mientras dura el bocadillo, pero, en cuanto se lo acaba, insiste en la conveniencia de no desaprovechar la estupenda ocasión y lanzarnos unos bolazos.
Con la parada nos hemos quedado helados, como el lago, así que salimos corriendo "a lo loco" cuesta abajo. Por el camino nos encontramos con un par de bouquetins que están plácidamente rumiando al sol.
Estamos bajando por el mismo itinerario que a la subida, pero no por ello se hace monótono. Hemos pasado, en orden descendente, por tramos de roca, neveros, un lago helado, sendero entre pedreras y, finalmente, praderas alpinas cada vez más exuberantes, especialmente a partir del refugio.
Y de postre las Gorges de Malpasset, que vuelven a requerir nuestra atención. Desde el final de la garganta sólo nos queda una breve bajada hasta el aparcamiento.
Una gran excursión, bonita de verdad, que justifica por sí sola una visita a Val d'Isère.